En una noche de calma se desliza
un viento de color entre las copas de los arboles.
Vaga sin rumbo aparente
recorriendo cada rama acariciando cada hoja, llevando su color por el bosque
que duerme mecido por sus brazos. Un giro a la izquierda, asciende y cae en
picado; parece que se fuera a estrellar contra el suelo pero antes de
colisionar retoma su vuelo con suavidad como si besara a la tierra; al ascender
de nuevo se lleva consigo las hojas ya caídas del viejo roble que contempla con
pena en su mirada como el viento de color vuela hacia la noche eterna.
A lo lejos se ven lo que parecen
ser luces de algún pueblo en fiestas, pero no, son otros vientos de color. Se pasean
por la noche con sigilo y armonía acariciando al bosque, susurrando a los
animales que duermen en él, empujan las alas de los búhos que emprenden su
viaje en la noche.
Acarician la superficie del algo
de las ninfas; la más joven de todas se despierta al ser acariciada por una ráfaga
rezagada. Sus ojos brillan ante el espectáculo que tiene ante sí.
En la superficie del algo miles
de vientos de todos los colores habidos y por haber danzan en su superficie;
como en una coreografía perfectamente sincronizada suben y bajan a la par, se
entrelazan, hacen piruetas imposibles. Miles de colores danzan en la noche buscándose
los unos a los otros.
De pronto sin previo aviso todos
los vientos ascienden como si quisieran besar la Luna.
Todos se entrelazan, sus colores se
mezclan formado otros completamente nuevos y se vuelven a separar. Poco a poco
dejan de ascender mientras su extraña daza cambia.
Los vientos danzan como si fueran
partes de un pequeño mundo, como si con sus corrientes formaran una gran pelota
de colores; como si el arco-iris se hubiese vuelto esfera.
Es noche cerrada y los vientos de
colores bailan.
Es noche cerrada, la Luna brilla
grande y hermosa en el cielo; enfrente suyo, todos los vientos danzan.
Es noche cerrada y el baile del
viento es hipnótico, te cautiva con su color y su forma. Como una promesa
perfecta que jamás es rota los vientos van cobrando forma; sus corrientes ya no
se alejan casi, sus colores permanecen en multitud de matices; su danza forma
ya una esfera perfecta. Poco a poco se van comprimiendo hasta dejar suspendido
en el aire, junto en frente de la Luna, una pequeña esfera de todos los colores
que podrías imaginar.
Es noche cerrada y la Luna
contempla con infinito cariño el fruto de su amor. Del amor por un planeta la
cuida todas las noches como una madre protege a su hijo.
Esfera de los vientos, hija de la
Luna, portadora de color, creadora de Aerish.