domingo, 11 de noviembre de 2012

El ogro de la caverna


Armado con una maza en una mano y un puñal en la otra me dirijo a caverna en la que vive el ogro que atormenta la vida de nuestra aldea.
Se supone que voy a matarlo pero no. No se merece la muerte.
La muerte es poco comparado con el dolor que ha causado.
Pienso hacerse lo pagar todo. Sufrirá lo mismo que ha sufrido mi pueblo durante estos veinte años. Cada abuso, cada violación, cada robo, cada asesinato, cada masacre.
Vivirá en su pútrida carne el temor causado y cuando ya no tenga esperanzas en un acto de bondad lo dejara morir desangrado mientras el veneno le destroza por dentro.
No penséis que soy cruel porque también le daré la oportunidad de salvase. Le pondré la cura contra el veneno a tan solo dos pasos de distancia pero claro para ello tendrá que hacer un sacrificio. Digamos… sus piernas. Porque como el mismo dijo en uno de sus ataques: “el que algo quiere algo le cuesta”.
He llegado a la entrada de la caverna. Es hora de que todo termine.
Como me imaginaba está dormido. Sus ronquidos suenan igual que el grito de odio de la naturaleza.
Ahí está, sobre su “cama” de pieles humanas. Qué asco me da.
Empecemos. Primero le atamos de pies y manos a las estalagmitas de la caverna. La cuerda es especial para la ocasión; cuando más se retuerza para soltarse más se la clavara en la piel. Ahora toca despertarlo y que se vea maniatado.
Su cara de odio es un poema. Su voz rota por el miedo de lo que le espera me excita. Es hora de que empiece la carnicería.
Para empezar realizare un par de cortes en las comisuras de los labios no más de un centímetro de longitud. Su sucia sangre gris se escurre por su horripilante rostro. Ahora se hace lo mismo en su cuerpo. Cortes pequeños y alargados. Perfecto. A continuación añadimos sal. Sí, sal. Para que escueza. Es un buen precalentamiento.
La caverna está envuelta por ssssshh que sale de los cortes cuando añado ácido a la piel.
Es hora de ponerse serios. Cojo mi maza y le golpeo en la entre pierna. Noto como su cuerpo es vencido por el peso y la fuerza del golpe mientras le oigo gritar con todas sus fuerzas. En ese mismo momento los cortes de los labios crecen ante la repentina apertura de boca. Ahora llegan a medio carrillo. Deliciosa sonrisa del payaso para un gran payaso.
Continúo asentando golpes por todo su cuerpo menos en la cabeza. Quiero que este consciente y sufra. Tiene todos los huesos del cuello para abajo rotos y astillados. En mas de un lugar se ve sobresalir trozos puntiagudos de hueso rojo.
Cambio el puñal por la maza y le sumerjo en el frasco de veneno. El puñal ha perdido su brillo plateado por un tono sangre opaca que delata su mortalidad.
Me dedico a apuñalar todos los lugares donde veo que no hay demasiada herida. Cuanto más grita más rápido lo hago.
Me separo y veo su cuerpo bañado en su propia sangre. Esta destrozado pero aún no ha sufrido lo suficiente.
Vuelvo a rociarlo con ácido. Amontono hierbas y paja a su alrededor para hacer una hoguera. Veo el pánico en sus ojos y me gusta. Su mirada suplica clemencia pero la mía solo quiere verle sufrir.
Lanzo una cerilla y rápidamente se prende todo. El fuego tuesta y quema todo el perfil del cuerpo. Grita y grita, me maldice mientras dirige una larga serie de improperios.
Con toda la calma del mundo me acerco a su inexistente boca y le agarro la lengua mientras con la otra mano se la corto suavemente. El veneno se introduce en su boca y por sus heridas.
El fuego se ha apagado debido a la sangre del ogro. Ya va siendo hora de terminar.
Saco el frasco del antídoto y lo pongo a dos pasos exactos del cuerpo del ogro. Le explico que si renuncia a sus piernas podrá tomar el antídoto y sobrevivir.
Me giro para dejarle abandonado a su suerte pero cambio de opinión y antes de irme le clavo el puñal entre la piernas y le rocío con el resto del veneno.
Me marcho mientras le ogro no para gritar de puro dolor. Ese veneno lo que hace es dilatar las venas mientras deshace las células del cuerpo.
Estoy a tan solo diez pasos de la salida. Nada mas girar la curva. No me sorprende que no vea luz porque lo mas probable es que sea ya noche cerrada.
Acelero el paso. Al girar la esquina me quedo de piedra. La salida está bloqueada. Al parecer los gritos del ogro han hecho que el techo se derrumbe.
Vuelvo sobre mis pasos para coger la maza y poder salir pero cuando llego donde el ogro veo que no está. Solo yacen sus piernas en el suelo.
Solo me tiempo para girarme y ver como se abalanza sobre mí con la cara desfigurada por los cortes y el ácido. Me lo quito de encima no sin antes recibir un par de buenos mordiscos.
Sin querer lo he lanzado contra el antídoto. Se lo bebe rápidamente deseoso de cobrarse su venganza pero no tarde en descubrir que algo va mal. El antídoto en realidad era otro veneno mas poderoso.
Este último ataca a al sistema nervioso haciendo que crear que te quemas o te cortas pero sin ser verdad, y lo mejor de todo es que no permite al cuerpo quedarse inconsciente.
No tarda en morir a causa de los venenos y las heridas provocadas; lo malo es que en su mordisco he sido infectado por el veneno también y no tardaré en morir. Me da el tiempo justo para escribir esto que estás leyendo ahora mismo y para aprender una gran lección aunque un poco tarde.
“La venganza nunca merece la pena”

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