martes, 20 de marzo de 2012

Hombre-feliz


Hace mucho tiempo en un pequeño país ya olvidado existía un hombre que siempre era feliz. Nadia sabía cuál era su verdadero nombre ni quiénes eran sus padres o dónde había nacido. Solo sabían que siempre estaba sonriente y que siempre alegraría el día a quien estuviera mal; así se le empezó a llamar Hombre-feliz.

Hombre-feliz era querido por todos; no solo por su alegría sino porque siempre estaba dispuesto a ayudar en todo lo que hiciera falta. Podía levantar grandes cargas pues era un hombre fuerte y musculoso; podía correr tras las ovejas que se perdían puesto que era rápido como el viento; podía nadar contra los rápidos con sus poderosos brazos para conseguir los mejores salmones; podía escribir las más hermosas canciones y tocarlas puesto que tenía un don para el arte y la música; y podía enseñar a leer y a escribir a los niños ya que era muy inteligente. A pesar de saber hacer todo esto y de que era querido por todos solo tenía una persona a la que él consideraba su amigo. Era un chico ciego y enfermizo, demasiado débil y chiquito como para poder sobrevivir él solo, pero tenía una imaginación insuperable, así que todos los días le contaba una historia distinta al Hombre-feliz para dormir.

Todos eran felices en el país donde vivía  Hombre-feliz hasta que en invierno su pequeño amigo enfermo. Había adquirido una enfermedad desconocida para el médico del país y termino muriendo. Durante su enfermedad Hombre-feliz seguida igual de radiante para que la gente no se deprimiera y no deprimieran a su amiguito. Incluso cuando el niño exhalo su último aliento en los brazos de su amigo no dejo de sonreír. Por un instante Hombre-feliz enterró su rostro en el cuerpo de su difunto amigo y todos pensaron que estaría llorando ante la pérdida de su único amigo; pero nada más lejos de la realidad, estaba riendo, cuando levanto la cabeza se estaba partiendo de risa. Era más feliz que nunca. A raíz de aquello la gente empezó a evitarlo porque no se creían de que su hubiera  alegrado de la muerte de su amigo; lo consideraban monstruoso.

Un día una anciana pregunto a Hombre-feliz porque no había llorado la muerte de su amigo, acaso no le había dolido qué muriera. Hombre-feliz la respondió:
- Claro que me ha dolido, y mucho.-
- ¿Entonces por qué no lloras su muerte? ¿Por qué sigues tan feliz?- insistió la anciana.
-Porque es un dolor insignificante. Verá yo vengo de otro país. Allí cada vez que nace un niño se le hace matar a toda su familia y cumplir la última voluntad de su madre. Mi madre me hizo jurar antes de que terminara de estrangularla que siempre que algo me doliera a no ser que fuera un dolor mayor que el de matar a toda tu familia tenía que sonreír y ser feliz. Por eso no lloro; tapo el dolor de su muerte con la de mi familia y sigo siendo feliz.- dijo Hombre-feliz con una gran sonrisa en la cara.

La anciana aterrada se alejo de Hombre-feliz para no volver a hablarle nunca más. La historia de Hombre-feliz no tardo en extenderse haciendo que la gente lo repudiara. Todos menos un niño que había perdido la movilidad de su cuerpo al nacer. La gente le preguntaba por qué iba con ese monstruo a lo que él respondía:
- ¿Qué más dará lo que hiciera? A mí lo que me importa es que me hace feliz. Si él sufre allá él, si no quiere llorar no es mi responsabilidad. Yo solo quiero ser feliz.-

Esta es la historia del hombre que desde que tenía menoría hasta que murió jamás dejo de ser feliz. El Hombre-feliz.

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