A Pablito desde pequeño siempre
le decían que estaba en la Inopia pero nadie le decía que era en realidad ni
donde se podía encontrar dicho lugar.
A medida que iba creciendo la
gente se lo repetía una y otra vez; hasta en el colegio le reñían por que según
todos los profesores se pasaba el día en la Inopia en lugar de atender a las
explicaciones.
Un día Pablito decidió ir a ese
lugar en el que se supone que se pasaba todos y cada uno de los días de su
vida. Nada más salir de clases se fue a la parada de autobús más cercana y se
puso a esperar al primer autobús que fuera a la Inopia.
Pasadas un par de horas se acerco
un autobús; era verde y azul, con grandes ventanas que permitían ver el
interior con claridad. Al llegar a la parada Pablito se acerco a la puerta y
cuando el conductor la abrió le pregunto:
-¿Sabe usted si este autobús va a
la Inopia?-
El conductor le miró con sorpresa
y le dijo con una amigable y amplia sonrisa:
-Por supuesto pequeño. Todos los
días del año. Sube.-
Pablito con una sonrisa cargada
de ilusión se subió al autobús deseando saber cómo era ese lugar tan conocido
por todos llamado la Inopia.
Poco a poco el autobús se alejaba
de la ciudad en dirección al campo; antes de salir por completo de la urbe
había recogido a otras tres personas: una pareja de enamorados y una dulce
ancianita. Cuando ya no se veía la ciudad el autobús fue subiendo poco a poco
en dirección a las nubes y a medida que ascendía iba ganando velocidad. En una
abrir y cerras de ojos habían atravesado las nubes y estaban justa a la altura
de la Luna. Con un ligero giro del volante el conductor dirigió el autobús con
sus curiosos pasajeros a la Luna. A medida que se acercaban se podía distinguir
una pequeña parada de autobús con un letrero que rezaba: Bienvenidos a la Inopia.
Nada mas parar Pablito se bajo
corriendo y miro el paisaje que tenía delante. Estaba maravillado por lo que veían
sus ojos, no daba crédito a lo que veía; aún conmocionado se giro y le pregunto
al conductor con emoción contenida:
-¿Es esto? ¿De verdad estamos en
la Inopia?-
-Así es pequeño. Esto es la
Inopia. Espero que disfrutes de tú estancia.- dijo con una gran sonrisa.
Pablito se paso todo el día en la
Inopia. Jugando, riendo, saltando, cantando, haciendo nuevos amigos y amigas,
comiendo las delicias del lugar, explorando, conociendo sus secretos… Y casi
sin darse cuenta empezó a anochecer. Era hora de ir volviendo a cada uno a su
casa. Pablito estaba triste porque no quería dejar ese magnífico lugar pero
sabía que tenía que volver para no preocupar a su familia. Cuando iba a subir
al autobús el conductor le pregunto:
-Pequeño, ¿a qué viene esa cara
tan larga? ¿No te has divertido hoy?-
-Sí, me lo he pasado muy bien
pero no quiero irme. Quiero quedarme aquí para siempre.- dijo con firmeza.
-Puedes volver cuando siempre que
quieras, ¿sabes?-
-¿De verdad? ¿Cuándo yo quiera?
¿Sin importar el lugar hora ni día?- pregunto Pablito emocionado.
-De verdad. Solo tienes que
cerrar los ojos muy fuerte y dejar volar la imaginación para volver a la
Inopia. ¿Y saber por qué? Porque es el país de la imaginación.- le contesto el
conductor con una amplia sonrisa.
Desde entonces no hay día en el
que Pablito no coja el autobús de su imaginación se marche a la Inopia a pasar
el día ya disfrutar de lo basta que puede llegar a ser la imaginación.
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